La prim(av)era
domingo, 20 de marzo de 2011
Ha sido esta tarde, después del trajín de podar los claveles chinos, y descubrir que las calas han desaparecido de su sitio. Después de meterle tijera a la chiosia y el romero sin saber si es el momento, por el gusto de recortar lo feo e igualar las puntas. Y antes de plantar las dalias y los narcisos, estos últimos, un castigo, tienen una flor que dura un telediario y luego provocan preguntas como ¿por qué has plantado cebollas en el parterre?. Bueno, pues justo en ese momento he sacado una silla de madera a la terraza, té rojo en una mano y novela corta rusa en la otra, y me he puesto a leer al sol. Por primera vez este año. Han sido apenas unas páginas, porque luego seguía el domingo con su ritmo jardinero y cocinero, pero curiosamente hablaban del mal del ímpetu, una fogosidad incontrolable que la naturaleza hacía padecer a una familia rusa del siglo XIX cuando llegaba la primavera y absolutamente todo despertaba de un invierno implacable.
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