Mi Japón

martes, 15 de marzo de 2011

Mi percepción de Japón está claramente influenciada por la literatura, aunque haya tenido testimonios más o menos cercanos de su realidad actual. El Japón que me atrae sólo existe en los libros, en el paisaje bucólico salvaje de Mishima y en sus geishas recorriendo los siete puentes a la luz de linternas de papel. En su sentido del honor y su irrenunciable obsesión por la belleza. En las parejas de Tanizaki, en los escolares de Sozeki o los recodos del alma japonesa que fotografiaba Kawabata. Aunque después vienesen los contemporáneos, descubrir ese mundo simultáneamente delicado, sumiso, orgulloso, ardiente y contenido fue uno de los acontecimientos literarios de mi vida, copada hasta entonces de hitos líricos. El monte Fuji, como Macondo, llegó a mis manos con la fuerza y la magia que sólo se encuentra en los libros. No os cuento lo que fue leer los poemas japoneses a la muerte. Eso hay que leerlo, aunque sea en otra lengua, para adivinar, de puntillas, todo lo que encierran.


Abismos de frío(*)
insondable
rugido del océano

Poema a la muerte de la geisha Kasenjo (S. XVIII)
(*) aquí, el frío de la muerte.



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