Miedo

martes, 4 de noviembre de 2014

Esta esquina empezó un mes de enero de 2011 por aquello de que acababa de dejar de fumar y tenía que aporrear algo, mejor un teclado. Luego fumé, lo dejé, fumé y así todo hasta el día en el que para celebrar mi 31 de octubre particular (pero qué cansos con el Jalogüín, rediós) me asomé al abismo de mi propio miedo dejando de fumar esa misma noche. Ayer lunes casi me fumo las alfombrillas del coche y fumarme un folio empezaba a parecerme buena idea. He leído un libro sobre el tema y resulta que es bueno dar la brasa a todo María Santísima antes y después de apagar el último, así que os toca aguantar la vela. Procuraré no ser pelma en lo sucesivo. Prometido. Lo que no dice el libro es que cuando vuelves, seamos positivos, SI vuelves, todo hijo de vecino te restriega el ¿¿otra vez?? con esa cara que destroza cualquier atisbo de autoconfianza y cuyo campeón en componerla es mi contrario. Campeón de Primera división, además. Da miedo pensarlo, sí, pero no tanto como para no intentarlo. El miedo no tiene dueño, ahora mismo tengo miedo a ponerme como un zepelín, pero tengo más miedo a la piara de chorizos que nos desgobiernan -por un lado- y los palmeros que calientan sillón enfrente esperando su turno, como en la carnicería -¿quién es el último?- para pillar cacho. Miedo a dos años más. Miedo a que haya gente que todavía no lo vea. Y luego está el padre de todos los miedos: su miedo a que podamos. Y a mí me encanta el olor a ese miedo por la mañana.

Toma ya.

2 comentarios:

Ana Blasfuemia 7/11/14, 0:57  

Podemos dejar de fumar.
Podemos echar por la ventana a los chorizos y sus palmeros.

Saludos!

Deborahlibros 7/11/14, 8:44  

A ver, Ana, a ver... (Gracias por los ánimos)

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