El verano de Salinger

martes, 18 de agosto de 2015

No sé qué hacen en la universidad con los trabajos sobre libros que escribíamos tantos estudiantes. Espero que para estas alturas aquel trabajo de primero o segundo que hice sobre El guardián entre el centeno esté ya destrozado, triturado y volatilizado. No recuerdo qué puñetas puse pero seguro que podría dormir a un búho con alguna plasta sobre el nihilismo de Holden. El guardián es uno de los pocos libros que me he leído varias veces. Repasando el asunto me he dado cuenta de que lo leí en la veintena, también en la treintena y voy a leérmelo en mis cuarenta y. Es la primera conclusión al leer apenas 100 páginas de la biografía de Shields y Salerno sobre J. D. Salinger: que va a volver a caer. No tenía idea de lo que tuvo que pasar Salinger en la Segunda Guerra Mundial y va a ser más entretenido que un sudoku tamaño XXL buscar entre las líneas del libro pistas sobre las experiencias de su autor. Justo lo que no hay que hacer nunca, justo a lo que se dedican especialmente los yankis, justo lo que denunciaba Salinger cuando algún fan le babeaba piropos hiperventilando al ritmo de "sólo usted entiende cómo me siento".  "Yo soy sólo un narrador" respondía él, algo así como: no te has enterado de qué va esto de la literatura. Has abierto las tapas del libro, has leído, pero no sabes cómo funciona el artefacto. Que es ficción. Que Holden no existe más que en esas hojas. Que yo no soy Holden y que no tengo ni puñetera idea de cómo te sientes. No sé cuándo volveré a encontrarme a ese guardián, pero no será dentro de mucho tiempo. Este verano ya tiene dueño en mi archivo lector y es todo de Salinger.


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