Haciendo las maletas

Las de la playa, las del curro todavía no, porque ya he quedado con las compañeras en que moriremos con las botas puestas, encadenadas frente al Palacio de Diputación en una preformance sin precedentes por estas tierras austeras y sobrias 357 días al año. Para la pedazo de travesía que tendremos que hacer hasta Almería mis chicos y yo no pillo nada porque en el coche no leo, lo tengo prohibido por el médico, y porque igual me toca conducir -si puedo me escaqueo, plan triunfal-. En llegando allí -Andalucía, 21 años después de mi última vez- empezaré Sarapó, de Renzo Biasion, novedad de este mes de la que ayer tuve noticia y ando con él como un can tras una longaniza; también creo que debería llevarme el Kindle y leerme el Dance with dragons en inglés a no ser que saquen traducción en electrónico a precio asumible para hipotecados (a 46 euracos sale en tapa dura la semana que viene, como lo leen) y alguna cosica más que meta en la tabla de plástico, surtido variado. Ver venir. Para el verano tengo aparcados dos calzamesas de Franzen: Las correcciones y Libertad. No prometo nada. Los best-sellers se combinarán con Faulkner, que pega con todo, y con cualquier cosa que me haga olvidar que Islandia existe y yo no vivo en ella. 

Piscinaca en la que pienso estar a remojo 6 días.