La batalla de la pantalla
sábado, 6 de julio de 2013
No teníamos más que un canal de televisión, y con horario restringido. La primera "maquinita de marcianos" que vimos la pasábamos por cinco pares de manos, así que no podía competir con saltar a la goma, jugar a polis y cacos, el balón prisionero, o ponerte los zapatos de tu madre. Ir al cine era un premio y todavía recordamos la primera película que vimos en VHS, en mi caso: toda una clase de 7º de EGB metida en el salón de "la Lajos" un viernes después del cole. Todo esto era cuando los libros no tenían competencia. Ahora hay que luchar a brazo partido con la interactividad, las evoluciones, los perfiles, los niveles de juego, el Kinect y la madre que trajo a todas las Nintendos. Cuando crees que has conseguido un avance por los flancos, porque el crío se engancha a una novela río de fantasía, los de Japón sacan una versión "negra" de Pokémon y te hunden. Al nativo digital de diez años que vive conmigo le queda una vida de pantallas, ya lo sé, pero el objetivo es que salga de esta casa con hábito lector incorporado, así que le he contraatacado con su medicina: tocará el ordenador cada vez que acabe un libro y escribirá una reseña en un blog hasta septiembre, cuando se decidirá si sigue abierto o no, dependerá de cuánto lo haya alimentado. Es el proyecto del verano, le he dicho. Mentira, es la batalla final contra la atracción fatal de las pantallas... usando sus armas. Alea jacta est.
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