From the State of New York, with love.
martes, 20 de mayo de 2014
Me acaban de llamar de la embajada de EEUU. Que quieren mirarnos la mochila otra vez y que debe de haber unas gafas de sol sospechosas en el JFK. Y el mechero que parecía un mechero (de servidora) puede que no lo fuera. También dicen que les han llamado del Katz, que el numerito que montamos con los tickets verdes era un montaje para sacar bocatas de carne por la filosa y dar de comer a medio África, y que no, sin propina no se puede. Tienen un aviso del Museo de Historia Natural, que la pedazo canoa se siente sola porque no hay cuatro guiris dando vueltas a su alrededor buscando la cafetería. Los de la NYPL se han quejado de que no se pueden dejar esos charcos de baba en las salas de lectura, que slippery when wet. Los de la marcha por el SIDA de Central Park nos han catalogado de rajaos, que con un paseico ya estábamos muertos y no había excusa para no repetir. Los de Connecticut están de acuerdo, somos unos blandos por no acercarnos por allí después de haber llegado a la 125 st de Harlem. Ya que nos equivocamos, haber seguido un poquico más allá, coño. En nuestra defensa han salido Dimitri, el dueño del apartamento, la compañía de metro de Nueva York y la amable sintecho que me saludó mientras revolvía en nuestra basura, pero no va a bastar. Quieren interogarnos. Parece que el testimonio que más ha pesado ha sido el de los paramedics que todavía andan buscando a una tía en Rockefeller Plaza que se pilló una insolación leyendo durante una hora a plena solana mientras sus tres acompañantes subían a rascar el cielo.
Foto: Deborahlibros |
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