The wire... y los demás.

Teníamos un profesor de literatura en 3º de BUP que era buena gente, con un tono de voz cansino, a quien jamás le oímos gritar o enfadarse, y quien tenía que explicar algo de El Quijote con el ruido de fondo constante de las 35 fieras que tenía delante. Que habíamos elegido letras, sí, pero todo tiene un límite y a los diecisiete, seamos serios, no estamos ni para el de Avellaneda, mucho menos para el de Cervantes. Tras meses de hablar a una masa de gente que lo mismo echaba unas cartas a cuatro manos que se comía unas pipas en auzolan, cayó en la cuenta de que la única que escuchaba era esa alumna de la primera fila con cuatro estrellas en la guía Michelín del profesorado: leída, atenta, estudiosa y participativa. Se llamaba Amparo y hoy es filóloga, profesora e imagino que muchas cosas más. Un día anodino cualquiera se le escapó. Intentaría explicar el hombre alguna influencia petrarquista o vete a saber qué, pero se le escapó y yo, que estaba en el fondo sur, en mi hábitat natural, y (muy) de vez en cuando ponía antena, lo pillé dándole clase sólo a ella: "Pero, es que, Amparo..." corrigió el tiro: "...y los demás." Esos últimos éramos el resto de la clase, claro. Mi aullido de "¿Cómo que Amparo... y los demás?" reivindicativo no sirvió nada más que para provocar en él su risa y en nosotros la confirmación de algo que ya sabíamos: ella jugaba en otra liga. Como The wire. 

El escenón, aquí.