Wallace en tiempos revueltos.
lunes, 10 de diciembre de 2012
Yo llego pasada de frenada. Los demás no sé. Este año he visto cosas que no creeríais, bueno, claro que sí, las veis todos los días, pero cuando un cirujano en traje de faena se arranca la mascarilla con mala leche cuando tú pasas justo a su lado a la puerta de un hospital y si lo sigues con la mirada -un armario ropero vestido de verde pino, imposible perderlo de vista- ves cómo se pone detrás de una pancarta a gritar, pues te da por entrar a admisión y preguntar "¿¿dónde se firma??" en vez de dar los buenos días y preguntar por urología. Lo mejor de la película es que él tenía curro asegurado, pero unos 300 compañeros no. Me había llevado el libro de Tavares para la sala de espera, pero maté el rato leyendo las soflamas que empapelaban las paredes. Me fuí con un "Mucho ánimo. No os rindáis, por favor" en la encuesta de calidad. Poco original, lo sé, no daba para mucho más. Ahora intento seguir a Wallace con sus análisis del posmodernismo y el papel de la televisión en la sociedad yanki. Pero lo llevo mal. A Wallace. Si pienso más de dos escalones de profundidad lo que me apetece es arramplar con "Los tres investigadores" de cuando tenía trece años. Esa es toda la densidad que abarco esta noche.
vía @laquintacolumna
3 comentarios:
Wallace: estoy con él también. Casi, el escritor total. Difícil en el largo recorrido porque no da tregua. Pero un genio, otro, que se largó a tomar viento.
Una mente preclara, estamos de acuerdo, pero no he leído nada de él. He empezado con las entrevistas, no sé si al terminar me quedarán fuerzas para atacar las obras...
Agotador lo es, desde luego: ni un fleco deja desde que toma una temática hasta dejar el cadáver exhausto en la cuneta. Será como sea, pero ves detrás de lo que escribe una bestia de la literatura, un auténtico forense del estilo. Hay tipos que llevan una carrera literaria con menos chicha que la que él mete en 200 páginas de La broma infinita.
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